Un aspecto muy interesante es el planteamiento de cuestiones de teoría del relato que no se habían planteado hasta entonces; por ejemplo ¿cómo es posible que el narrador sepa todo lo que le ocurre al protagonista? Y si no lo sabe ¿qué verosimilitud le queda a la historia? Y si lo sabe ¿es sincero? ¿por qué cuenta ciertos detalles y calla otros? Estas preguntas aparecen a lo largo de los diálogos de los personajes de la novela, centrémonos en la primera: la respuesta que da Don Quijote es famosa:
Los autores de novelas de caballerías son magos que usan sus poderes para seguir en todo momento a un caballero en particular, con el objetivo de consignar fielmente por escrito sus hazañas, en su caso concreto el mago es Cide Hamete Benengeli.
Podemos creer que esta opinión no es más que un delirio provocado por su locura, pero el hecho es que el narrador nos dice que el texto de El Quijote procede de un manuscrito escrito en árabe por un tal Cide Hamete Benengeli. A demás, en la segunda parte, muchos de los personajes han tenido la ocasión de leer la primera, como nosotros, pero para estos personajes las aventuras narradas son reales, es decir, están en el mismo mundo que Alonso Quijano, incluso algunos que habían aparecido como personajes en la primera parte han tenido ocasión de leerse sobre papel ¿cómo es posible que no se planteen por qué medio alguien ha podido describir sus actos y sus palabras así de fielmente? La única posibilidad es que Cide Hamete sea realmente un mago, que el mundo del Quijote sea realmente un mundo de fantasía, dragones y princesas, pero que todos los personajes, salvo don Quijote, sean presa de una extraña locura que les impide ver toda esa poesía, creando la ilusión de que viven en la banal, polvorienta y prosaica España del s. xvi.
5 comentarios:
A mí lo que me parece interesante es que quien está loco en la historia sea precisamente aquel que tiene los valores objetivamente más elevados y más nobles. Eso dice algo sobre la sociedad en la que vivía y que si a él se le había reblandecido el cerebro, el mundo en el que vivía tenía reblandecida la ética.
No se puede dudar de que los ideales de Don quijote eran muy elevados, pero no sé si se podría poner a Alonso Quijano como un ejemplo de ética. Vendió su patrimonio para comprar libros de evasión, abandonó a su familia y servidumbre que dependía de él, entre las que se contaba su sobrina de menos de 15 años sin preocuparse de dejarla dote o de su educación o matrimonio y solía apostar por la violencia como medio para arreglar todo asunto que no se ajustara a su manera de ver el mundo. En cuanto a la relación con Sancho es evidente que, como patrón, ejerció la explotación más descarada, ofreciendo como pago promesas siempre diferidas. A mucha gente le gustaría salir por ahí en busca de aventuras, pero obligaciones, morales precisamente, se lo impiden.
De acuerdo con El Malvado. El Quijote no representa valores a imitar, sobre todo su separación soñadora de la realidad. Y la España banal, polvorienta y prosaica del siglo XVI sigue siendo banal, polvorienta y prosaica en el siglo XXI.
Punto para usted. Sin embargo, la responsabilidad y la moral me parecen una trampa para el razonamiento: Adolf Eichmann era muy responsable y seguía muy bien la moral de su estado y su tiempo...
Cierto, en aquellos años se consideraba la norma social ser racista; ha sido sólo a base de genocidios que ha cambiado la norma.
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