martes, 14 de agosto de 2007

Holmes y la realidad (1)

un factor importante en el éxito de las aventuras de Sherlock Holmes es la peculiar relación de su mundo de ficción con el nuestro real:

Watson declara publicar sus relatos en la Strand Magazine, donde realmente las encontraban los lectores del mundo real. Por su parte algunos de los personajes leían también los relatos, incluso han conocido al detective a través de ellos. Introducir este tipo de cruces entre realidad y ficción no era nuevo (en el Quijote muchos personajes de la segunda parte han leído la primera, como vimos, e incluso discuten sobre ella) sin embargo el efecto aquí está reforzado por el uso del narrador-personaje. El artificio autobiográfico permite a Doyle dar u ocultar información al lector según le conviene ya que, a diferencia de un narrador omnisciente, Watson depende de lo que ve y oye (y muy particularmente de lo que Holmes quiere o no decirle) pero además, lo que nos interesa aquí, elimina la convención (con su lastre de inverosimilitud) de que podemos saber lo que hacen los personajes incluso aunque no haya nadie allí para verlo. Otro factor es que las aventuras se desarrollan, en su mayor parte, en una geografía cotidiana para los lectores contemporáneos y bien definida, con menciones a calles concretas, barrios e incluso paradas de metro reales.



Simpática parodia rusa del detective. Tutubeada por Niffiwan

Esta fascinante ilusión de realidad ha tenido como consecuencia que existan personas que crean que Holmes es un personaje histórico, por increíble que parezca, lo que dio lugar a una abundante correspondencia dirigida al 221b de Baker Street en busca de consejo. También existen grupos de personas, las sociedades Holmesianas, que, aunque saben que se trata de un personaje de ficción, juegan a imaginar que no es tal: consideran a Watson el verdadero escritor de las narraciones y dan a Conan Doyle el papel de su agente literario.

Dos problemas surgen inmediatamente cuando se acepta este juego:

-Incoherncias de la realidad con las narraciones. Por ejemplo: mientras Holmes se queja de que ya no hay grandes criminales Jack el Destripador siembra el terror en White Chappel ¿cómo es que no se le ocurra resolver ese grave asunto?; otra es que nunca existió en Baker Street un número 221B.

-Incoherencias dentro del texto. El Canon está plagado de contradicciones, debidas sin duda a los muchos años que abarca su redacción y la negligencia o desinterés del autor. Algunas de las más famosas son: la vieja herida de Watson se sitúa a veces en la pierna y otras en el brazo; el doctor J. H. Watson, habitualmente llamado John, es llamado James por su esposa (en «El hombre del labio retorcido»).
















Holmes, por Sydney Paget; ilustración para «El hombre del labio retorcido». Portada de la primera publicación en la que aparece Holmes; antes de pasar a pubicarse en el Strand Magazine

Las sociedades Sherlockianas se dan tenazmente a la tarea de explicar esas incongruencias: por ejemplo algunos piensan que Watson recibió una segunda herida, otros que las alusiones a la herida de la pierna son de origen psicosomático; la confusión de la señora Watson se explica porque la 'H' del segundo nombre del doctor procede de 'Hamish', la forma irlandesa de James; el asunto del Destripador fue resuelto por Holmes, pero silenciado por que implicaba a un policía corrupto, etc. (cf. el interesante libro de Baring-Gould, Sherlock Holmes de Baker Street). En cuanto a la situación del 221b de Baker Street, es un asunto del que nos ocuparemos en este blog próximamente.

El juego de las sociedades Sherlockianas es interesante y divertido; la causa de la formación de una tradición en torno al héroe es la presencia de numerosas y persistentes incongruencias en el Canon que perturban la verosimilitud que espera el lector. Las incongruencias dinamizan esta formación de la tradición porque obliga a cierto nivel de análisis y de reescritura del texto.

Imaginemos por un momento que creyeran sus propias ficciones y pretendieran imponérselas a los demás por todos los medios: en este caso estaríamos hablando de teología. Los teólogos, como las sociedades holmesianas, se dedican a intentar dar sentido a las incoherencias de su propio canon y siguen exactamente los mismos métodos. Esta visión de la teología esperamos también desarrollarla en este blog próximamente.

Continúen atentos a sus pantallas.

5 comentarios:

Deikakushu dijo...

No soy un gran conocedor de Sherlock, pero tu post me ha resultado muy interesante. La relación entre la teología y las sociedades que mencionas es muy acertada. Si no existiesen incongruencias no sería necesaria una explicación "racional" de la existencia de dios.

Illuminatus dijo...

¿Te das cuenta que de repente acabas de convertir a Dios en un personaje literario? ¿Podríamos convenir que la evolución natural es animismo->politeismo->monoteismo->
teología->mitología->literatura?

Evil Preacher dijo...

"Si no existiesen incongruencias no sería necesaria una explicación "racional" de la existencia de dios." Ahí está, Deikakushu eso es exactamente lo que pretendía decir. El problema que tienen los cristianos frente a los Sherlockianos es que sus explicaciones generan nuevas incongruencias, provocando un efecto bola de nieve y acaban viéndose obligados a creer por dogma que la virgen está flotando en cuerpo y alma más allá de la órbita de Plutón y cosas así.

No se me escapa, Illuminatus que se presupone, para estas tesis, que Dios es un personaje literario; de hecho, estas reflexiones proceden de la famosa idea que Borges repetía a menudo de que la teología no es más que una rama de la literatura fantástica.
En cuanto a la evolución, es cierto que hay una; ficción es siempre, pero la tendencia a creerse las propias ensoñaciones es propio de estadios infantiles, incapaces de asumir la responsabilidad del mundo real. La asunción de la religión como ficción representa así un estadio más evolucionado; sin embargo, encuentro más saludable el animismo que el monoteísmo.

Anónimo dijo...

Otra interesantísima entrada. La verdad es que como bien dices, la verosimilitud de los relatos de Holmes no habría sido la misma sin el recurso que comentas.

Y bueno, quizá los fallos que apuntas en los detalles de la herida y demás quizá fueran el signo del cansancio del autor hacia el personaje, y de la presión que sentía para escribir nuevas aventuras; es posible que ese malestar hacia su propia criatura le hiciera olvidarse hasta de esos detalles. No sé, es una hipótesis. Abrazos

Evil Preacher dijo...

Tienes razón NtmeC, Doyle estaba hasta el gorro de su personaje. Estaba más interesado en sus trabájos históricos, que le parecian más prestigiosos literariamente, y por eso lo mató. Sin embargo la presión del público,los editores y de su madre le hicieron resucitarlo, pero como dice Borges en el poema que le dedica "no lo quiso nunca".