La única falsa de las afirmaciones propuestas en la pregunta del domingo pasado era, como ha votado un aplastante 61%, la última «El concilio de Nicea propone la defensa de la vida y de la familia como principio fundamental del cristianismo, por lo que rechaza el aborto». Felicidades a los ganadores y gracias a todos los participantes. El concilio de Nicea funda la Iglesia como institución jerarquizada y oficial en el año 325 y en ningún momento habla de la defensa de la vida: tal cosa ha sido tomada por bandera muy recientemente, habiéndose distinguido históricamente el cristianismo más bien por su necrofilia (sangre de mártires semilla de cristianos, «que muero por que no muero», coleccionismo de reliquias, penitencias, torturas autoinfligidas o no, etc.). Recordemos las ingentes masas que asesina Dios en la Biblia, entre ellos muchísimos niños, incluso lactantes y nonatos. La defensa de la familia es también una reivindicación reciente del cristianismo: en el Antiguo Testamento se da una visión patriarcal de tribu, donde la mujer es una propiedad del padre o del marido. En el Nuevo Testamento, la familia se ve por Jesús y Pablo como un obstáculo en el camino de la perfección.
Desde el s. IV hasta el XIII Agustín de Hipona era la máxima autoridad entre los doctores de la Iglesia, más tarde fue Tomás de Aquino quien definió la posición ortodoxa oficial: ya han visto ustedes lo que pensaban del aborto. El primero no hacía más que dar la opinión común de la época. No obstante, le desagradaba la interrupción del embarazo, no porque se inquietara por la salud del embrión, sino porque despojaba al sexo de su papel reproductor pudiendo llevar a la lujuria. Estos textos agustinianos permitieron apoyar el aborto a Anselmo de Canterbury, también venerado como santo. Tomás no hace más que adaptar las teorías aristotélicas sobre el alma al contexto cristiano. Por su parte, Ivo de Beauvais es el patrón de abogados y juristas ¿Quién más cualificado que él entre los santos para decidir esta cuestión jurídica? Ivo se limitaba a señalar la postura más aceptada en la época: en las sociedades tradicionales los vínculos afectivos con el niño comenzaban unos días después del nacimiento; así era en Roma y en Israel; afortunadamente esto ha cambiado porque hoy en día es muy fácil que un feto sea viable en un país desarrollado, de manera que la cautela actual ante el aborto ha nacido de las mejoras médicas, así como la superación de la sociedad patriarcal; áreas en las que la Iglesia poco ha contribuído a avanzar.
En todo caso, no fue hasta el concilio de Trento cuando la Iglesia adoptó de forma oficial la postura antiabortista; pero esto contradice a algunos de sus más claros doctores y las resoluciones del concilio ecuménico de Viena ¿en qué tradición se basan? Existían desde antiguo en el seno de la iglesia voces discordantes, como Basilio y Zaquías, pretendían poner coto a la lujuria, como hoy en sus campañas antipreservativo, y evitar que el nonato cargue con la mancha del pecado original. Por otra parte, las posiciones antiabortistas están ligadas a las teorías preformacionistas, que pretenden que el ser humano está ya completamente formado en el óvulo (ovismo) o bien en el esperma (animaculismo) y a la idea de que el alma se transmitía de padres a hijos (mantenida por Tertuliano, entre otros, frente a los que pensaban que era infusa por Dios, como hemos visto que hacían Agustín y Tomás).
La teoría animaculista triunfó gracias a las observaciones microscópicas del siglo XVII, que permitieron observar los espermatozoides: quedaba probado que había seres vivientes en el esperma. Contemplen, a la derecha, el grabado de Hartsoeker; no deja ninguna duda al respecto. A demás, el desarrollo del cálculo integral permitía admitir la existencia de seres infinitamente pequeños.
En cuanto a la creencia de la transmisión del alma desde el padre estaba asentada en occidente desde antiguo y se había observado que, efectivamente, canales la transmiten desde el cerebro a los genitales masculinos pasando por la médula espinal, como se ve claramente en los dibujos de Leonardo que ilustran este post.
El epigenetismo (que mantiene que los órganos se van diferenciado paulatinamente a partir de un material más o menos homogéneo) parecía definitivamente descartado y la ciencia más puntera dio base para defender las posturas antiabortistas. Lamentablemente, cuando se descubrió que las teorías animaculistas no tenían base ninguna, que los dibujos de Hartsoeker eran fantasías y que el cerebro no envía el alma a los genitales, la Iglesia no cambió su posición por ello.
Aunque la postura más aceptada en la teología actual es que el alma es infusa desde la concepción, la idea de la sacralidad del semen sigue siendo muy fuerte en el imaginario cristiano, como tuvimos ocasión de comentar en su momento. Todas estas teorías y el temor a ver privadas de la Gracia las almas de los nonatos, llevan a realizar bautismos a abortos; sobre los pormenores técnicos de tan pío ritual pueden consultar el Tratado de Embriología sagrada, 1848 ¿Hay que quitar el envoltorio membranoso o no? ¿cómo bautizar si la desdichada criatura no tiene cabeza donde echar el agua? ¿y si tiene dos? (estos detalles se encuentran en el capítulo V, sobre la entrada del alma en el embrión vean el III). Lamentablemente no indica el procedimiento a seguir con el resultado de las involuntarias, y sin embargo pecaminosas, poluciones nocturnas.
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