Los alfabetos que propone Tolkien, tal como los describimos en el
primer post dedicado a este particular, son un sistema analítico en el que cada trazo de los que componen un carácter está asociado a un rasgo fonético.
El alfabeto latino es menos analítico, ya que asocia cada carácter arbitrariamente a cada fonema, independiente mente de sus rasgos fonéticos. La arbitrariedad de Tolkien trabaja en un nivel más profundo de los sonidos del lenguaje. Como vimos, el sistema de escritura coreano se sitúa en el mismo nivel de análisis; los sistemas logográficos, como el
egipcio antiguo y el
chino se situarían en el extremo contrario, ya que cada carácter se identifica con una palabra.
A la izquierda, el emblema heráldico de
Fëanor, quien jugó un importante papel en la creación de los alfabetos
de la Tierra Media. A la derecha los ocho kua simples y los cuatro kua
compuestos de I Ching, formados por la combinación de dos únicos signos;
barra continua y barra partida, y que inspiraron presuntamente a
Leibnitz la invención de la notación binaria
Pérmitanme una pequeña digresión:
John Wilkins y otros pensadores, tal como nos recuerda Borges en su
artículo sobre el particular, concibió un lenguaje analítico en el que el nivel de arbitrariedad de la asociación de cada palabra a su significado funcionara en un nivel más profundo del habitual en todas las lenguas conocidas. En este tipo de lenguajes una sílaba alude, por ejemplo, a un género, la siguiente a una especie, las siguiente a un accidente, etc. de manera que cada palabra puede aplicarse a algo concreto. He aquí algunos ejemplos de estos lenguajes citados por Borges en su artículo:
Wilkins: «
de, quiere decir elemento; deb, el primero de los elementos, el
fuego;
deba, una porción del elemento del fuego, una llama.»
Letellier (1850): «
a, quiere decir animal;
ab, mamifero;
abo, carnívoro;
aboj, felino;
aboje, gato;
abi, herbívoro;
abiv, equino.»
Bonifacio Sotos Ochando
(1845)
: «
imaba, quiere decir edificio;
imaca, serrallo;
imafe, hospital;
imafo, lazareto;
imarri, casa;
imaru, quinta;
imedo, poste;
imede, pilar;
imego, suelo;
imela, techo;
imogo, ventana;
bire, encuadernador;
birer, encuadernar.»
Este tipo de lenguaje retomaba una idea de Descartes:
Los actores de este drama se dividen en vejetes simpáticos: Borges y Tolkien, y señores en bata peinados a lo Deep Purple; Leibnitz y Wilkins
«[...] mediante el sistema decimal de numeración, podemos aprender en un solo día a nombrar todas las cantidades hasta el infinito y a escribirlas en un idioma nuevo que es el de los guarismos; también había propuesto la formación de un idioma análogo, general, que organizara y abarcara todos los pensamientos humanos.»
Como adivina el lector, esto supone la tarea titánica previa de clasificar el universo en categorías subdivisibles que abarquen cada especie, cada individuo y cada accidente.
No obstante, y volviendo al objeto de nuestro interés, sí entra dentro de la capacidad humana clasificar la totalidad de los rasgos distintivos de todos los fonemas del lenguaje humano, ya que su número es finito y limitado. Si la idea de Descartes es muy ambiciosa aplicada al universo, no sólo es factible aplicada a la transposición del lenguaje a la escritura, sino que sería muy práctico para estudiar la fonética: la adopción de un sistema del tipo propuesto por Tolkien permitiría escribir todas las lenguas humanas con un sistema que simplificaría mucho las notaciones fonéticas convencionales. Por otro lado, una eventual adopción para la escritura en general eliminaría los problemas ortográficos, pero la lengua escrita perdería su capacidad de fijar la norma, quedando sujeta a cambios rápidos similares a los de la hablada.
Fëanor amenazando a Fingolfin; escena del Silmarillion ilustrada por Tom Loback
Recopilando, tenemos dos posibilidades extremas en los alfabetos:
Atribuir un signo convencional a cada entidad aludida.
Atribuir a cada rasgo fonético un trazo convencional; la unión de varios de estos trazos formaría un carácter que permitiría expresar cada fonema.
Una posibilidad intermedia la representan los sistemas de escritura alfabéticos, como el latino, el griego o el cirílico, en los que cada letra tiende, con imperfecciones debidas a diversos avatares, a representar un fonema.
La posibilidad más analítica es, como hemos señalado, práctica y propia de sociedades cambiantes y que aceptan fácilmente las novedades. La más sintética es propia de imperios milenarios, como el chino y el egipcio. Los más analíticos son más fáciles de aprender; un español que maneje 28 caracteres abarca toda su lengua, mientras que el chino tiene unos 80.000 (según la
Wikipedia una persona culta maneja entre 4.000 y 5.000, para leer un periódico se necesitan unos 3.000 y en la educación básica japonesa se estudian 1.945). La forma más extrema de este tipo de escritura requeriría un carácter para cada individuo o rasgo particular y sería concebible sólo en un pueblo sabio e inmortal. Borges anota en ese mismo artículo (aplicado a sistemas de numeración, pero es válido para lenguajes y alfabetos):
Teóricamente, el número de sistemas de numeración es ilimitado. El más complejo (para uso de las divinidades y de los ángeles) registraría un número infinito de símbolos, uno para cada número entero; el más simple sólo requiere dos: Cero se escribe 0, uno 1, dos 10, tres 11, cuatro 100, cinco 101, seis 110, siete 111, ocho 1000... Es invención de Leibnitz, a quien estimularon (parece) los hexagramas enigmáticos del I King.
Efectivamente, sería propio de seres inmortales un sistema completamente sintético y de seres contingentes un sistema analítico, de manera que no tiene sentido que Tolkien atribuya a sus elfos inmortales un sistema analítico ¿quizá lo inventaron, en su gran sabiduría, pensando en las limitaciones de los hombres?
Por supuesto, las fuentes esenciales de este post son el «Apéndice E» de El Señor de los anillos, dedicado a los sistemas de escritura y el artículo de Borges «El idioma analítico de John Wilkins»; si les ha gustado el post pueden leer también los dos anteriores sobre alfabetos Tolkien (1 y 2) si no lo han hecho aún. Si les interesa la heráldica de Tolkien, pueden encontrar informción aquí. La letra capitular está montada sobre un anuncio de la Fundación Internacional Jorge Luís Borges que comemora el vigésimo aniversario de su muerte.