imos recientemente las leyes que regían las relaciones laborales en el seno de una tripulación pirata. El elemento de legitimidad más importante para la autoridad del capitán, elegido por sus compañeros para el cargo, era el prestigio; este se sustentaba en su habilidad para el mando y la navegación, éxito en las presas, carisma, etc. La violencia y el miedo que inspiraban, no solo a sus enemigos, sino también a sus hombres, era para algunos una baza importante de poder:
Roberts, con su recta conducta, era considerado por sus secuaces como moralmente superior y le tenían un gran respeto. Sustentado por esa autoridad llegó a ser el pirata de más éxito de la historia en número presas y duración de su carrera.
Misson, gran orador, convirtió a sus ideales comunistas a sus hombres, dando una base ideológica a su empresa: desde entonces abrió un horizonte que iba más allá de la mera depredación. Con el apoyo doctrinal de su segundo, Caracciolli, bajo la bandera de la libertad, liberaban esclavos y construían su utópica ciudad de Libertalia.
Otros, como Barbanegra o el Olonés, optaban por el método violento:
Es famosa la anécdota (transmitida por el capitán Johnson) del día que, sin razón alguna, Barbanergra cruzó las pistolas debajo de la mesa haciendo fuego, de manera que dejó tullido de por vida a uno de sus compañeros de mesa y hombres de confianza, Israel Hands. Explicó su gesto diciendo «Si de vez en cuando no os pego a alguno un tiro a alguno, olvidaríais quién soy yo».
Del Olonés nos cuenta Exquemelin mil crueldades, siendo la más señalada cuando interrogando a unos prisioneros españoles sobre un camino alternativo, libre de emboscadas, abrió el pecho a uno de ellos con su sable y le arrancó el corazón, con el que la emprendió a dentelladas: «Lo mismo os he de hacer si no me mostráis el otro camino» dijo.
A pesar de que los piratas «son muy civiles entre ellos mismos», como dice Exquemelín, no faltaron casos en los que las favorables condiciones salariales a las que hacíamos alusión el otro día fueron burladas por capitanes avariciosos:Otros, como Barbanegra o el Olonés, optaban por el método violento:
Es famosa la anécdota (transmitida por el capitán Johnson) del día que, sin razón alguna, Barbanergra cruzó las pistolas debajo de la mesa haciendo fuego, de manera que dejó tullido de por vida a uno de sus compañeros de mesa y hombres de confianza, Israel Hands. Explicó su gesto diciendo «Si de vez en cuando no os pego a alguno un tiro a alguno, olvidaríais quién soy yo».
Del Olonés nos cuenta Exquemelin mil crueldades, siendo la más señalada cuando interrogando a unos prisioneros españoles sobre un camino alternativo, libre de emboscadas, abrió el pecho a uno de ellos con su sable y le arrancó el corazón, con el que la emprendió a dentelladas: «Lo mismo os he de hacer si no me mostráis el otro camino» dijo.
Así, Barbanegra hizo embarcar todo el botín en la menor de sus tres naves, hizo encallar a su capitana y pidió ayuda a la tercera de las que tenía, sabiendo que embarrancaría también. Así las cosas, embarcó en la pequeña con sus hombres más allegados y abandonó a los demás llevándose el botín.
El corsario Henry Morgan hizo lo propio, abandonando a la mayor parte de sus hombres en la costa, sin naves ni provisiones y llevándose consigo el fruto del asalto a Panamá, en 1670.
El capitán Kidd timó a sus secuaces: dio una parte a cada uno de cierto botín que fue de 200 libras, reservando para sí cuarenta partes, es decir, ocho mil libras (si bien hemos de ser prudentes sobre este dato, ya que las noticias que da Johnson sobre Kidd han sido rebatidas por historiadores posteriores, en particular en lo relativo a la supuesta violación de los límites de su comisión real que le convertiría en pirata).
Ilustración al episodio en que el Olonés arranca el corazón a un prisionero en la edición orignial de 1678. Unas lineas más arriba, pueden ver un bucanero apuesto, según Howard Pyle
Ninguno de los dos métodos garantizaba nada en la azarosa vida pirata: Morgan fue nombrado sir y gobernador de Jamaica y murió rico a los 53 años; Roberts, como hemos visto, el pirata de más éxito, murió en combate a los 40, cumpliendo así su ambición de «Una vida feliz y corta». Misson vio desaprarecer su utópica Libertalia tras 25 años de existencia en una guerra contra los nativos y se hundió con su barco, poco después, en una tormenta. El Olonés fue devorado por los caníbales a los 39 años y el capitán John Philips, de gran habilidad y que navegaba bajo los ventajosos estatutos que vimos el otro día, fue arrojado por la borda por su tripulación, amotinada a pesar de nueve meses de éxitos.
La capitular está montada sobre un detalle de Mujer con loro, de Gustave Courbet.
4 comentarios:
A mí me llamaba más la atención del capitán Teach (Barbanegra) lo de los "duelos", o como quiera que se desee llamar a esas bravuconadas, que se comenta que hacía con otros piratas de su tripulación metiéndose en una bodega con azufre ardiendo y a ver quién aguantaba más. Realmente demoniaco y brutal como para justificar su fama.
Desde luego, según los testimonios que nos han llegado, es el más macarra. En cuanto a esa competición, hacer un "infierno", como lo llamó él, no es que fuera una costumbre, sino un hecho puntual, pero si no lo repitió sería más por falta de compañeros de juegos que por falta de "güevos". Otro rasgo que ilustra su carácter es la costumbre de invitar a sus hombres a que violaran a su joven esposa (bueno, tenía otras doce o trece en distintos lugares).
Es probable que muchas de estas historias no sean más que rumores provocados por él mismo, puestas en escena con el fin de provocar miedo y que sus presas se rindieran más fácilmente, lo que lo convertiría en un acabado ejemplo del pirata que gobierna gracias al miedo que inspira, como decíamos en el post.
Sin embargo, su reputación es más grande que su habilidad como pirata, ya que en la última etapa de su carrera prefería chantajear a los ribereños de un río, lo que le relega a vulgar pirata de agua dulce.
Hombre, ahí está la cosa, en el fondo el mejor pirata es aquel que consigue un mayor rendimiento económico junto con mayor integridad física y más prolongada vida (más o menos como el mejor espía es aquel al que nunca se conoce). En ese aspecto, Roberts se lleva la palma.
Efectivamente: sopecho, en cualquier caso, que la esperanza de vida media de un pirata sea algo mayor de lo que reflejan las fuentes, ya que se basan mucho en documentos judiciales; de los que nunca atraparon y se retiraron a vivir como reyes en algún rincón perdido o bajo una nueva identidad, sabemos mucho menos.
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