miércoles, 12 de diciembre de 2007

Monk ( y 2)

imos en su momento (en realidad fue el primer post del blog, hace casi un año) que Adrian Monk es un personaje muy coherente; su capacidad de observación y su memoria fotográfica (sus habilidades) no son más que una manifestación de sus fobias y su trastorno obsesivo compulsivo (sus debilidades). Ambas cosas (que en realidad no son más que una) nos permiten especular que al origen de la creación del personaje hay un análisis realista y psicoanalítico de los poderes de Sherlock Holmes.

Esta coherencia se extiende a otros personajes. Conan Doyle tenía siempre que buscar alguna excusa para hacer acompañar a sus detective por el Dr. Watson (especialmente desde que este se casa ¡en la segunda de sus aventuras!); aquí la excusa no es necesaria; es evidente que Monk no podría desenvolverse en la vida sin asistencia; siguiendo la misma lógica, Sharona (la Watson de Monk en las primeras temporadas) es enfermera y hereda así, de forma completamente natural, el carácter sanitario de Watson.

Adrian y Ambrose, interpretado magistralmente por John Turturro,
en el episodio «Mr. Monk vuelve a casa otra vez
»

El Sherlock de las series producidas por Granada TV, Jeremy Brett,
con su hermano; Charles Gray componía un Mycroft impresionante,
pero más dinámico que el literario


El paralelo es todavía más evidente en los hermanos, Mycroft Holmes y Ambrose Monk. Ambos aparecen en muy pocas aventuras (Mycroft en cuatro y Ambrose en dos, por el momento) su existencia era desconocida por ambos asistentes de detective (ya que, aunque vivan en la misma ciudad, no se frecuentan) con la consiguiente sorpresa cuando se revela. Ambos tienen las capacidades de observación y deducción desarrolladas en un grado aún más elevado que sus respectivos hermanos menores, pero cuentan con el gran hándicap de no poder moverse, lo que les incapacita para la vida detectivesca. El misántropo Mycroft sólo sale de su casa para ir al vecino Club Diógenes (cuya regla principal es que los miembros no pueden hablarse entre ellos) Ambrose, por su parte, padece (entre muchas otras manías) agorafobia, por lo que en el momento de su aparición en la serie hacía varias décadas que no ponía un pie fuera de casa.

El momento clásico de la entrada de Mycroft,
en la versión de la serie de Granada;
los dos hermanos observan y deducen frente a la ventana de Club Diógenes


La escena paralela en el capítulo «Mr. Monk y las tres tartas»

Mycroft hace su aparición en «El intérprete griego», sin embargo, el capítulo en el que entra Ambrose se parece más a «La aventura de los seis napoleones»: en ambas el malo ha de recuperar una serie de objetos idénticos, en el interior de uno de los cuales debería hallarse el MacGuffin. En este caso tartas de cereza en lugar de bustos de Napoleón; el inicio del capítulo recuerda a El ministerio del miedo de Fritz Lang

La mayor agudeza del hermano mayor se demuestra en ambos casos en deducciones basadas en observaciones efectuadas a través de una ventana; la escena toma visos de competición fraterna y es ocasión de gran asombro para Watson y Sharona.

Como en el caso de Adrian, los «poderes» de Ambrose son inseparables de sus debilidades y quedan (así como la difícil relación con su hermano) explicados por sus trastornos psiquiátricos. Sherlock y Adrian son freaks y eso les permite realizar hazañas por las que obtienen reconocimiento; sus hermanos llevan ese mismo frikismo a un punto tan extremo que les aisla del mundo exterior, que, por consiguiente, les ignora. En ese sentido recuerdan a los hermanos (en la realidad, esta vez) Charles y Robert Crumb, tal como aparecen en el documental de 1994 sobre el famoso dibujante underground.

Artículo relacionado: Monk (1)

Las dos capturas de pantalla del capítulo de Monk
Las tres tartas, proceden de aquí; estoy particularmente encantado con la capitular y, para hacerla, usé esta estatua de Napoleón.

3 comentarios:

Illuminatus dijo...

En el fondo es excusable el empleo del transfondo Holmesiano en Monk. Como en la mayoría de clásicos, los personajes devienen arquetipos, modelos, si se quiere, y, en consecuencia, formados por un armazón genérico sobre el que se pueden ensamblar módulos diferentes que no alteran la esencia original sino que ofreccen una reinterpretación de la misma.

Y efectivamente, volvemos al tema de que en realidad los elementos que componen la narrativa son limitados.

Anónimo dijo...

Chapeau. No tengo nada más que añadir, porque ya Illuminatus ha dicho el pequeño detalle que le faltaba al post :

Evil Preacher dijo...

Efectivamente, tal es el privilegio de los clásicos, en particular en el ámbito detectivesco, en el que cada autor debe decidir en qué se parece y en qué se diferencia su personaje de Sherlock Holmes, tal como decía en la primera parte de este post (bueno, es que fue hace mucho).
Naturalmente no pretendía, al destacar estos paralelos, criticar a Monk, al contrario, quería destacar la habilidad de los creadores al dotar los elementos holmesianos de coherencia , al imbricarlos perfectamente con la acción y la psicología de los personajes.