La salvación depende de un conocimiento secreto y solo nuestra secta está al corriente del mismo» . Tal es la idea que define los cristianismos gnósticos, sin duda procedente de los cultos mistéricos helenísticos. Algunas de estas sectas añadirían: «Conocemos el secreto porque el Christos se lo comunicó a los hombres a través de su discípulo más amado, fundador de nuestro grupo». Esta idea es lo que llamamos tradición apostólica: el discípulo favorito transmite el secreto y la legitimidad a sus seguidores, que la van heredando, de manera que es siempre posible establecer una línea sin interrupción desde la revelación divina hasta los líderes actuales de la secta. Como sabemos, pese que todos los gnosticismos fueron condenados como herejías, el cristianismo constantiniano aceptó mucha doctrina gnóstica, como era inevitable, pues fue en esos círculos donde se fraguó la primera teología cristiana.
Esta de la que hablamos hoy, la tradición apostólica, entró probablemente a través de Marción. No es lo único que le debemos: este teólogo, rechazado como herético, puso, no obstante, las bases del cristianismo tal como lo conocemos.
Si el cristianismo siempre fue un elemento de poder, fue Marción el primero que vio su potencial como herramienta de dominio universal. Apoyado en su ambición y fortuna personal, organizó la Iglesia en Roma, concibió la idea de canon, recopilando por primera vez un Nuevo Testamento. Aportó los escritos, hasta entonces perdidos, del lider de una secta mesiánica del s. I (las cartas de Pablo). El grado de su intervención en textos que luego formarían parte de los evangelios sinópticos todavía se debate por los expertos. Dota al Chrestos, hasta entonces de naturaleza angélica, de una apariencia humana, a la manera de los docetas, abriendo el camino a una historización del personaje que desembocaría ulteriormente en su humanización. También la Iglesia posterior se mantuvo fiel al antisemitismo, otra de sus enseñanzas. El poder que alcanzó fue tal que otros mandatarios eclesiásticos se sintieron amenazados, de modo que se coligaron contra él; consiguieron desterrarlo antes de que se nombrara obispo de roma. El cristianismo marcionita era coherente y ambicioso, pero prematuro; le faltaba todavía el apoyo imperial. Marción renunció a sus doctrinas para poder volver a los círculos de poder, pero estas continuaron vivas entre sus seguidores. Imagen de la Wikipedia El conocimiento (la gnosis) que se transmitía en estos círculos estaba destinado por definición a un pequeño círculo de iniciados, lo que resulta poco práctico para una iglesia con ambiciones de dominio universal; se decidió que lo que se transmitía era la gracia.
Pero volvamos a las sectas desaparecidas. Tenemos documentos que prueban la existencia de sectas que basaban su legitimidad en personajes cuyos nombres serían retomados como seguidores de Jesús en los relatos neotestamentarios. Es el caso de Jochanaan (Judas, Jacob/Santiago), Simón (Piedra), Barnabé, Saulo (Pablo). Otros, como Judas Iscariote,
Felipe y María Magadalena, si bien eran invocados en ciertas sectas como el discípulo a través del cual procede la legitimidad, no hay pruebas de que fueran históricamente fundadores de las mismas: es igualmente posible que invocaran un nombre, tradicional, histórico o ficticio, simplemente por su prestigio o por alguna afinidad. Por otra parte, en los evangelios canónicos se explicita que los apóstoles podían proceder de sectas diferentes, como es el caso de Judas Tadeo y Simón el cananeo, llamados Zelotes, por su pertenencia a esta secta y para diferenciar a este último de Simón el Calvo y a aquel de los otros dos Judas del grupo. Una de las etimologías propuestas para «Iscariote» es
sicarii, el nombre de otra secta. Las implicaciones de que el grupo apostólico sea un mosaico de diferentes sectas mesiánicas las examinaremos en la segunda parte de este artículo.
Pasemos ahora a las sectas cristianas actuales que, en virtud de la tradición apostólica, hacen llegar su legitimidad y la Gracia desde la revelación divina a través de un apóstol favorito o, a veces, de un padre apostólico de postín:
-Pedro: es muy conocido el caso de la Iglesia Católica Apostólica (es por esto que es apostólica) Romana, que sustenta su legitimidad en el apóstol Simón (apodado Cefas; piedra, el calvo, el duro, traducido como Petrus en la Vulgata). Aduce el versículo interpolado en Mateo 16, 18, las leyendas tardías que sitúan la muerte de Pedro en Roma recogidas en Hechos de los apóstoles y la lista de papas que inventó Eusebio de Cesarea. También lo invoca como fundador la Iglesia Ortodoxa Siria.
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Tomás (Judas, Dídimo) fue muy prolífico y se consideran suyas la Iglesia Asiria del Oriente, las tres iglesias malankara, la Iglesia Malabar y un largo etcétera, que pueden ver esquematizado en la ilustración de abajo, tomada de la Wikipedia.
-Marcos es el fundador de la Iglesia Copta y de la Iglesia Ortodoxa Griega de Alejandría, por lo que podemos imaginar que este santo se basaba más en un criterio geográfico que doctrinal, a la hora de fundar.
-Judas Tadeo y Bartolomé de la Iglesia Apostólica Armenia
Etcétera.
Como curiosidad, cabe añadir que algunas sectas de creación contemporánea parten de la doctrina de que la tradición apostólica se interrumpió, pero que Dios, milagrosamente, la devolvió a los fundadores de dichas sectas (¿por qué no, después de todo?) quienes, a partir de entonces, la fueron legando a sus sucesores. Es el caso de los mormones y de otras denominaciones como la
Iglesia Nueva Apostólica.
Capitular robada de aquí.