10, estimados parroquianos, hemos completado este número redondo (o más bien cuadrado en cifras romanas) y todavía seguiremos al menos, una semana más antes de cerrar la sección, pero pasemos al tema que nos reune hoy aquí:
De manera contemporánea a la aparición de textos escritos apareció la manipulación de éstos. La manipulación más radical, que pretende extirpar parcelas enteras de la realidad, es la destrucción pura y simple, en general por cremación (desde que los textos se consignan en material inflamable). Famoso es el caso del primer emperador Shih Huang Ti, que quiso que el tiempo empezara con él, aislando China del exterior con la Gran Muralla y del pasado, con la quema de todos los libros de historia; pero la época más activa fue, con mucho, la de los siglos de imposición del cristianismo, cuyos seguidores se legitiman para ello en Hechos 19, 19, cuando a instancias de Pablo se queman los libros de magia de Éfeso.
Entonces existían numerosas sectas cristianas que se acusaban de herejía entre ellas en una lucha de poder sin piedad (muchos de los santos conocidos hoy como mártires fueron víctimas de esta «guerra de bandas») hasta que algunas las más importantes acabaron unificándose (la historia de estos pactos y de las concesiones que se iban haciéndose puede seguirse en las resoluciones de los distintos concilios así como en la teología de la época) y constituyendo una auténtica legalidad paralela a la imperial, hasta el punto de que el emperador Constantino I se vio obligado a asociarse a ellos. Desde que contó con el apoyo imperial de manera oficial, la persecución del saber clásico (y de las otras sectas cristianas que quedaban) se intensificó hasta el delirio: Constantino censó 28 bibliotecas en Roma, Amiano se lamenta algunos años después (378) de que «Las bibliotecas son como tumbas, siempre cerradas»; en 529 Justiniano decretó que los libros anticristianos debían ser quemados ; más edictos mandando quemar bibliotecas y templos paganos se suceden desde Constancio; Heyne anota en Zósimo que bajo Joviano:
A demás de los montones de manuscritos destruidos públicamente en el Este [del Imperio] hombres de letras quemaron sus propias bibliotecas para evitar que algún volumen pudiera exponerles a la malicia de los delatores y al rigor de la pena prevista por la ley. [se equiparaba al delito de traición y de lesa majestad por la Lex maiestas].
En este ambiente general de paranoia y delación se sitúan la mayor parte de las opciones de la última encuesta:
Joviano ordena quemar la biblioteca de Antioquía en el 364.
La gran Biblioteca de Alejandría, la Biblioteca del Museo, sufrió varios incendios; el primero, menos importante, fue un daño colateral de una batalla de Julio Cesar contra las tropas egipcias en el 48 antes de la Era Común. El emperador Diocleciano (todavía pagano) ése sí que hizo una buena purga en el s. III de la Era Común, preocupado por si había hechicerías en los libros. Parece ser que lo que quedaba fue destruido (de nuevo como daño colateral) cuando Aureliano, a finales de ese mismo siglo, tomó la ciudad para reprimir una revuelta. En todo caso, no podemos culpar de esto a los cristianos. Las leyendas que atribuyen su destrucción definitiva a los musulmanes no tienen fundamento, ya que para cuando ellos llegaron no quedaba nada de la biblioteca: pero una importante biblioteca quedaba allá en el 391, conocida como la biblioteca del Serapeo, por estar en este templo, que fue destruido aquel año por (esta vez sí) una horda de cristianos azuzados por el patriarca Teófilo de Alejandría, que los encabezaba, hacha en mano. Es decir, la Gran Biblioteca del Museo no fue quemada por los cristianos, pero estos dieron el golpe de gracia a las bibliotecas de la ciudad.
En cuanto a las bibliotecas Palatina y del Capitolio, he de pedirles disculpas, porque si bien hemos encontrado un lugar que atribuye su desaparición al papa san Gregorio Magno, no es una página de mucha credibilidad y no hemos conseguido confirmar esa información en otras fuentes (mientras que algunas de las otras informaciones que ofrece hemos verificado que son erróneas). En todo caso la biblioteca Palatina sufrió varios incendios en tiempos paganos y sería sorprendente que quedara algo en época del papa Gregorio.
Como saben, el índice de libros prohibidos existió hasta 1966: dados los modernos sistemas de difusión de la información la destrucción física parece absurda; sin embargo, el entonces prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe, Joseph Ratzinger y hoy papa, recomendó destruir Mujeres en el altar, de Lavinia Byrne, que defiende el sacerdocio femenino en la Iglesia Romana, y así lo hicieron algunos; al menos en Collegeville, Minesota, a instancias de las autoridades eclesiásticas locales, destruyeron 1300 copias en 1998 (es la noticia más reciente de este tipo de actividades que hemos encontrado).
Un interesante sitio cristiano defendiendo la pertinencia de la destrucción de libros, incluso en la actualidad, pueden verlo aquí.
He aquí una nueva pregunta:
Respuesta
7 comentarios:
¡Que mania, tiene todo el mundo,dirigentes, mandamases y demas.. que cuando algo no les intersa, lo acaban quemando!
Una ex mujer mia me quemo todos mis escritos de juventud (por ahi me hizo un favor). Aun asi creo que es una cuestion masculina eso de quemar. Y aunque no soy psicologo, creo que tiene que ver con el tamanio que percibido de sus penes y de histeria masculina. Que pensas Malvado?
Debe leerse; "el tamanio percibido" o "el que perciben". ya ven porque la otra bruja me quemo todo aquello...
Pienso que, efectivamente, te hizo un favor :P
Es facil pegarle al caido!
Por eso eres el Malvado.
Mejor dejar que un clásico hable por mí:
Colonel Vogel: What does the diary tell you that it doesn't tell us?
[He tries to slap him again until Henry grabs ahold of his hand]
Professor Henry Jones: It tells me that goose-stepping morons like yourself should try reading books instead of burning them.
Gran cita, Illuminatus, si bien los nazis eran unas nenazas comparados con los cristianos, la verdad es que adaptaron como nadie hasta entonces los métodos industriales, aplicando la famosa máxima de Heine "Quien quema libros acaba quemando personas"
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