Hace unos meses circulaba un correo electrónico en relación con Hipatia de Alejandría y la película
Ágora. Las atrocidades cometidas por los cristianos durante siglos han sido silenciadas por razones obvias; es lamentable que hoy en día se siga sin poder hablar sobre el asunto sin despertar la ira de algunos. Cuando recibí el mensaje no había visto la película, que tardó varios meses en estrenarse por estas latitudes. No obstante, y sin ánimo de defender la película, sino de precisar los errores que componían el texto, di una respuesta, punto por punto. La reproduzco aquí con leves correcciones:
Rachel Weisz como Hipatia en la película
«Hipatia no fue asesinada a los 38 años, sino que murió en el año 415 y tenía 61.»
Como se dice en el texto mismo del correo viral más adelante, los datos que tenemos de Hipatia son muy limitados, no se conoce la fecha de su nacimiento con exactitud y se estima entre el 355 y el 370, dejando pues una horquilla, insisto, sobre estimaciones, de 15 años. Amenábar, al presentar una Hipatia joven y bella, continúa toda una tradición, una iconografía establecida que podemos ver en las obras de artistas como Rafael (en su cuadro La escuela de Atenas) Charles William Mitchell, Julia Margaret Cameron y, en suma, todos aquellos que la han representado gráficamente a lo largo de la historia. Sin duda estos artistas muestran un aspecto idealizado del personaje y quizá inexacto históricamente, pero que se basa en los testimonios contemporáneos que alababan unánimemente su belleza y, desde luego, no es un invento de Amenábar. Por otra parte, que la filósofa tuviera 15 años más o menos no hace su asesinato más o menos atroz.
«No fue famosa por sus dotes de astronomía por más que en la película le atribuyan investigaciones que le adelantan a Kepler más de mil años; sino porque era una «divina filósofa platónica»
Fue, efectivamente, filósofa neoplatónica, pero su obra más importante para la posteridad fue en astronomía y matemáticas:
La mayor parte del saber de la época helenística se perdió, filtrado por los monasterios; a pesar de los intrincados mecanismos de relojería y astronomía que nos descubre la arqueología (como el
Mecanismo de Anticitera, por citar el más espectacular) sólo podemos especular sobre el contenido del cerca de millón de volúmenes que debió contener la gran Biblioteca de Alejandría en su apogeo. A nosotros la teoría del desplazamiento de los planetas nos llega del Kepler, que vivió en el s. XVII ¿qué tiene que ver entonces esto con Hipatia? Aunque muchas de sus obras se perdieron ¿sería una especulación muy arriesgada decir que trató el asunto? ¿los mecanismos de observación tenían la precisión necesaria para establecer tal teoría entonces? ¿en qué se basa director de la película? Veamos las obras que sí que sabemos que se deben a Hipatia:
Representación fotográfica de la filósofa por Julia Margaret Cameron, 1867
Hipatia escribió libros sobre geometría, álgebra y astronomía: «Tablas astronómicas» (útil que trata precisamente sobre el desplazamiento de los astros) un manual sobre la construcción de astrolabios que introducía mejoras sobre los modelos conocidos entonces (precisamente, un aparato de observación astronómica) inventó un hidrómetro y, su obra más importante, «De las cónicas». En esta obra utiliza procedimientos de álgebra y trigonometría que tardarían siglos en ser superados. Las secciones de los conos, entre las que se encuentran las elipses, fueron consideradas sin importancia durante siglos (en comparación con formas como la circunferencia, considerada «perfecta») hasta que Kepler las utilizó para explicar el movimiento de los planetas. Es decir, si no nos consta que Hipatia descubriera que la órbita de los planetas es elíptica, sí que sabemos que estableció las bases matemáticas para poder concebir tal idea y que trabajó en los medios técnicos de observación de los astros.
Desgraciadamente, san Agustín rebate en sus sermones el heliocentrismo, creando una tradición (continuada por Cosmas y muchos otros) de manera que la aplicación de esas bases matemáticas no fue posible hasta que Copérnico trajo de nuevo la idea heliocéntrica.
«Hipatia fue vírgen, pero no "para ser igual que un hombre y poder ejercer una profesión con plena dedicación". Castidad y virginidad no es lo mismo que feminismo. Lo en coherencia (sic) con su ejercicio de la filosofía Sofronise, es decir el dominio de uno mismo a través de las virtudes, entendidas como el control de instintos y pasiones.»
El feminismo ha reivindicado a menudo a Hipatia como predecesora, pero no por su ascetismo (¿desde cuándo el feminismo predica la castidad?) sino por tener un papel predominante en el saber y la sociedad de su tiempo, en el que las mujeres eran consideradas habitualmente como bienes semovientes de sus padres o maridos; en ese sentido, se puede interpretar la castidad como independencia de los hombres.
A algunos parece haberles ofendido la belleza de Hipatia, pero el que sale mucho más guapetón que «en la realidad» es san Cirilo, interpretado por Sami Samir
«Hipatia nunca fue directora de la Biblioteca de Alejandría, ni su destrucción se debió a los cristianos. Dicha biblioteca fue quemada muchas veces. La primera Julio César. En el 273 fue saqueada por Aureliano y Diocleciano remató la faena en el 293»
Existe una tradición que hace a su padre, Teón de Alejandría, célebre matemático y astrónomo, conservador de la Biblioteca de Alejandría. Teón trabajó en la Biblioteca del Serapeo (también en Alejandría) a menudo confundida con la Gran Biblioteca (o Biblioteca del museo) que había ardido hacía siglos. La Biblioteca del Serapeo era entonces el centro del saber en la ciudad y de todo el mundo Helenístico. Lo más probable es que Hipatia enseñara en su propia casa.
«En tiempos de Trajano los judíos destruyeron el templo de Sarpeo (sic) y en el año 391 fueron los cristianos quienes acabaron de derruirlo para derribar la columna de Diocleciano, símbolo de la persecución cristiana. Pero lo que quedaba de la Biblioteca siguió en pie.»
A finales del siglo IV el Serapeum de Alejandría estaba en su máximo esplendor; su biblioteca era la más importante del mundo y su tesoro estaba lleno de riquezas. El patriaca Teófilo, amparándose en edictos promulgados por Teodosio I para reprimir el paganismo, atacó y destruyó diversos templos, preferentemente los más ricos. El Serapeo fue uno de ellos, derruido y quemado en 391 ó 389, según las fuentes. Pese a diversas teorías y leyendas alentadas durante siglos por autores cristianos, ningún historiador actual duda de ello, pues lo prueban las fuentes y la arqueología de manera meridiana.
Empezaban malos tiempos para las bibliotecas: Constantino censó 28 bibliotecas en Roma, Amiano se lamenta algunos años después (378) de que «Las bibliotecas son como tumbas, siempre cerradas»; en 529 Justiniano decretó que los libros anticristianos debían ser quemados; más edictos mandando quemar bibliotecas y templos paganos se suceden desde Constancio. Heyne anota en Zósimo que bajo Joviano:
«A demás de los montones de manuscritos destruidos públicamente en el Este [del Imperio] hombres de letras quemaron sus propias bibliotecas para evitar que algún volumen pudiera exponerles a la malicia de los delatores y al rigor de la pena prevista por la ley. [se equiparaba al delito de traición y de lesa majestad por la Lex maiestas]». Estas prácticas se consideraban por los cristianos como aplicación directa de las enseñanzas de la Biblia, en particular de Hechos 19, 19, cuando Pablo instiga a la quema de los libros de «magia» de Éfeso. No debemos, pues, extrañarnos cuando san Agustín defiende la coacción como método de conversión y cuando san Ambrosio reclama a los emperadores la destrucción de los cultos paganos.
La columna a la que alude el mensaje se ha conocido por diversos nombres, según el origen que la atribuían distintas leyendas; de Pompeyo, de Diocleciano, etc. hasta que la arqueología aclaró el asunto. La confusión en la que se mete el autor del mensaje, mezclando elementos de estas leyendas contradictorios entre sí, es curiosa: por un lado la identifica con la columna de Serapis, que dominaba el templo: seguramente porque el fuste de la actual columna es el de aquella, reutilizada junto con otros restos de monumentos anteriores. Pero, por otra parte, considera que la columna del Serapeo ya era la de Diocleciano ¿cómo habrían reutilizado el material antes de destruir el templo y derribado su columna? y, ante todo ¿cómo es que la columna llamada de «Diocleciano» siga hoy en pie? ¿La respetaron los cristianos? El autor del texto parece ignorar la buena salud actual del monumento.
La Wikipedia recoge
una exposición concisa de la historia de esta columna.
«El paganismo continuó existiendo en Alejandría hasta que llegaron los árabes»
Tradicionalmente se considera la muerte de Hipatia el fin del saber clásico (otros, hablan de la mencionada destrucción de la biblioteca del Serapeo). Esto tiene un valor simbólico (de la misma manera que la llegada de Colón a América se considera el principio de la Edad Moderna y fin de la Edad Media) ya que, como acabamos de ver, esa guerra tenía muchos frentes y los libros ardían en todos los rincones del Imperio. Los monjes serían en los siglos venideros los guardianes del saber. Evidentemente, quedaban paganos en Alejandría tras la muerte de Hipatia: hasta entonces el cristianismo se extendía por las masas iletradas urbanas. Lo que ocurre en esta época es que, apoyándose en la plebe cristianizada, el clero comienza a establecerse como nueva
élite de poder desplazando, a menudo con violencia como en los casos que nos ocupan, a la aristocracia culta pagana, que pronto desaparecería. El paganismo de las zonas rurales continuó hasta bien entrada la edad media, tanto en occidente como en oriente.
El origen de la idea de que el asesinato de Hipata representa el fin del paganismo no procede de Amenábar ni de ningún «librepensador», sino de Juan, obispo de de Nikiu del s. VII, quien opinaba que Hipatia «lo tuvo bien merecido por maga y bruja»: la crónica de este obispo nos dice que, tras la inmolación de la filósofa : «Todo el mundo rodeó al patriarca Cirilo y le aclamaron como “el nuevo Teófilo”, ya que él había acabado con los últimos restos de idolatría de la ciudad» (la alusión a Teófilo se refiere a la destrucción por éste de la biblioteca del Serapeo).
«El califa de Bagdad dijo: "Si en la Biblioteca se dicen cosas que no están en el Corán, son falsas: hay que quemarla; si todo lo que contiene está en el Corán, no hace falta: hay que quemarla"»
Esta leyenda, que atribuye a Omar la destrucción de la biblioteca, aunque se identifica como espuria por los historiadores desde hace mucho, tiene todavía cierta difusión popular; a los redactores del mensaje no parece importarles que entre en contradicción con otros de los argumentos que usan. Olvida el hecho de que los árabes se afanaban entonces en recuperar el saber clásico y, todavía más importante ¡Qué nada quedaba de la biblioteca en tiempos de los árabes! Esta fábula no fue difundida en occidente hasta el s. XVII por el clérigo protestante Edward Pococke y había sido inventada por el obispo monofisita de origen judío Abulfaragius, en el s. XIII. Para conocer las circunstancias y detalles de esta invención, así como de otras leyendas y versiones, siempre orientadas a disculpar a los cristianos, la obra más completa es
La Biblioteca de Alejandría, de
Pablo de Jevenois.
«La película se inclina por hacer desaparecer el platonismo con la muerte de Hipatia, ocultando así su florecimiento posterior gracias a los cristianos, uno de cuyos más elevados exponentes fue San Agustín, contemporáneo de Hipatia.»
Los cristianos adoptaron ciertos diálogos de Platón. No sólo eso, el cristianismo mismo es producto de la filosofía griega y las ideas monoteístas de neoplatónicos como Plotino en contacto con los mesianismos procedentes de la Galilea helenizada; conceptos como el Verbo o la Trinidad son inconcebibles sin la influencia de la filosofía helenística, a través del gnosticismo. No obstante, la sesgada transmisión de la cultura griega que efectuaron los monasterios nos privaron de los filósofos más interesantes y que más hubieran podido hacer avanzar a la humanidad en lo material y en lo moral, como Leucipo, Demócrito, Hiparco, Diógenes, Epicuro y un largo etcétera. Todos aquellos que proponían vivir la vida, en lugar de fantasear con otros mundos sobrenaturales, todos aquellos que veían la realidad como algo material, no fueron dignos de interés o se consideraron peligrosos y a penas conservamos algunos fragmentos de sus obras.
En suma, este mensaje parece quejarse de que supuestas imprecisiones en la película exageran la responsabilidad del cristianismo en la pérdida del saber clásico. La respuesta global es que esa responsabilidad es imposible de exagerar. Es, en cambio, difícil de dar una imagen global y coherente de la historia de esa pérdida en un solo largometraje. Espero que las posibles inexactitudes históricas de la película, si las hay, procedan de esa dificultad y no de una voluntad de tergiversación, ya que, tras tantos siglos de manipulación, lo que se necesita es, precisamente, una divulgación seria y bien documentada de estos y otros eventos de la latinidad tardía y alta Edad Media.
Hasta aquí la respuesta al mensaje, pero quisiera añadir otro punto, que también ha aparecido mencionado en diferentes lugares. Algunos han considerado un anacronismo la aparición de la Loba romana en una de las escenas con Rómulo y Remo bajo ella, puesto que en la actual Lupa Capitolina sabemos que los dos niños fueron añadidos en el renacimiento y son obra de
Antonio del Pollaiolo. A esto podríamos añadir que la loba misma, como se ha descubierto recientemente, es una estatua medieval. Esta objeción sería aplicable a la representación en una película de la estatua que ornaba el Capitolio en la antigüedad, pero solo relativamente, ya que, aunque no conservemos la original, el símbolo de la loba amamantando los gemelos está muy documentado y el monumento podría ser recreado para una película reproduciendo esa iconografía tan conocida (de hecho, la adición de del Pollaiolo pretendía ser una «reconstrucción»). Pero obviamente no se trata de la estatua del Capitolio, puesto que estamos en Alejandría ¿Qué tiene que ver ése objeto artístico particular con la loba que vemos en
Ágora? ¿Qué hay de extraño en que ese símbolo romano se represente en los centros de poder del Imperio?
La imagen de la Loba con Rómulo y Remo es muy común en numismática; arriba, una moneda del s. IV d.C. (fuente) abajo otra del III (fuente). A la derecha, relieve del altar de Venus y Marte conservado en el Museo Nacional de Roma que data del s. I d.C. Tomado de Wikipedia
Tras haber visto la película, confirmamos la idea de que la especulación sobre la posibilidad de que Hipatia pensara en el movimiento elíptico de los planetas es un imagen poética, pero verosímil, para evocar los conocimientos antiguos perdidos: recordemos que no llega siquiera a transmitir la teoría, la matan en cuanto se le ocurre. Por otra parte, entendemos todavía menos la indignación de los cristianos, ya que su papel, lejos de exagerarse, aparece dulcificado, en particular en las escenas de la destrucción del Serapeo y en el asesinato de la protagonista. En la primera, no vemos al obispo Teófilo azuzando a las masas ni tomar parte en la masacre, que fue mucho más radical que en la película, puesto que no dejaron piedra sobre piedra. Para esta escena, en la que vemos la lectura del Edicto de Teodosio y a los cristianos dejando escapar a los paganos con algunos de sus libros, el director sigue al pie de la letra
The Arab conquest of Egypt and the last thirty years of the Roman dominion, 1902 (click en el título para descargar el pdf) de A. Butler, que la imagina así por que le cuesta creer que los cristianos se comportaran tan salvajemente, aunque tenga que ignorar para ello los documentos y las excavaciones arqueológicas de Botti que, seis años antes, había desenterrado bajo las ruinas del Serapeo los cadáveres brutalmente asesinados de sus ocupantes en gran cantidad, con evidencias de destrucción e incendio (cf. de Jevenois, 2009 y Botti, 1896).
La escena de la muerte de la filósofa es mucho menos atroz que la que nos transmiten las fuentes; en ella, Amenabar se subordina a la historia de amor que ha introducido en la trama y a la elegancia del conjunto, que habría sido rota con tal efusión de violencia. Recordemos la descripción de Gibbon:
En un día fatal, en la sagrada estación de Cuaresma, Hipatia fue sacada de su carruaje, desnudada, arrastrada a la iglesia, e inhumanamente masacrada por Pedro el Lector y una tropa de fanáticos salvajes e inmiseriecordes; la piel le fue arrancada de los huesos con afiladas conchas de ostra, y sus extremidades temblorosas fueron arrojadas a las llamas. (Decline and Fall, XLVII)
A parte de estos puntos, explicables por motivos artísticos, la película está cuidadosamente documentada y ambientada, pese a los anatemas del mensaje de marras. La posición de este blog respecto al cristianismo es considerarlo una interesante ficción, desde el punto de vista teórico, y, desde el histórico, una lacra que en el pasado hizo sufrir a la humanidad. Reacciones como las que ha provocado esta honesta película, que se distingue precisamente por una primorosa representación de la Alejandría de la época, nos hacen recordar que, lamentablemente, todavía quedan adeptos de las doctrinas medievales.