Capitular montada sobre una foto tomada de aquí.
sábado, 28 de noviembre de 2009
Historia ficción XIV
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martes, 24 de noviembre de 2009
El irlandés ingrato
No salió de una madre ni supo de mayores.
Idéntico es el caso de Adán y de Quijano.
Está hecho de azar. Inmediato o cercano
lo rigen los vaivenes de variables lectores.
No es un error pensar que nace en el momento
en que lo ve aquel otro que narrará su historia
y que muere en cada eclipse de la memoria
de quienes lo soñamos. Es más hueco que el viento.
Es casto. Nada sabe del amor. No ha querido.
Ese hombre tan viril ha renunciado al arte
de amar. En Baker Street vive solo y aparte.
Le es ajeno también ese otro arte, el olvido.
Lo soñó un irlandés, que no lo quiso nunca
y que trató, nos dicen, de matarlo. Fue en vano.
El hombre solitario prosigue, lupa en mano,
su rara suerte discontinua de cosa trunca.
No tiene relaciones, pero no lo abandona
la devoción del otro, que fue su evangelista
y que de sus milagros ha dejado la lista.
Vive de un modo cómodo: en tercera persona.
No baja más al baño. Tampoco visitaba
ese retiro Hamlet, que muere en Dinamarca
que no sabe casi nada de esa comarca
de la espada y del mar, del arco y de la aljaba.
(Omnia sunt plena Jovis. De análoga manera
diremos de aquel justo que da nombre a los versos
que su inconstante sombra recorre los diversos
dominios en que ha sido parcelada la esfera.)
Atiza en el hogar las encendidas ramas
o da muerte en los páramos a un perro del infierno.
Ese alto caballero no sabe que es eterno.
Resuelve naderías y repite epigramas.
Nos llega desde un Londres de gas y de neblina
un Londres que se sabe capital de un imperio
que le interesa poco, de un Londres de misterio
tranquilo, que no quiere sentir que ya declina.
No nos maravillemos. Después de la agonía,
el hado o el azar (que son la misma cosa)
depara a cada cual esa suerte curiosa
de ser ecos o formas que mueren cada día.
Que mueren hasta un día final en que el olvido,
que es la meta común, nos olvide del todo.
Antes que nos alcance juguemos con el lodo
de ser durante un tiempo, de ser y de haber sido.
Pensar de tarde en tarde en Sherlock Holmes es una
de las buenas costumbres que nos quedan. La muerte
y la siesta son otras. También es nuestra suerte
convalecer en un jardín o mirar la luna.
Idéntico es el caso de Adán y de Quijano.
Está hecho de azar. Inmediato o cercano
lo rigen los vaivenes de variables lectores.
No es un error pensar que nace en el momento
en que lo ve aquel otro que narrará su historia
y que muere en cada eclipse de la memoria
de quienes lo soñamos. Es más hueco que el viento.
Es casto. Nada sabe del amor. No ha querido.
Ese hombre tan viril ha renunciado al arte
de amar. En Baker Street vive solo y aparte.
Le es ajeno también ese otro arte, el olvido.
Lo soñó un irlandés, que no lo quiso nunca
y que trató, nos dicen, de matarlo. Fue en vano.
El hombre solitario prosigue, lupa en mano,
su rara suerte discontinua de cosa trunca.
No tiene relaciones, pero no lo abandona
la devoción del otro, que fue su evangelista
y que de sus milagros ha dejado la lista.
Vive de un modo cómodo: en tercera persona.
No baja más al baño. Tampoco visitaba
ese retiro Hamlet, que muere en Dinamarca
que no sabe casi nada de esa comarca
de la espada y del mar, del arco y de la aljaba.
(Omnia sunt plena Jovis. De análoga manera
diremos de aquel justo que da nombre a los versos
que su inconstante sombra recorre los diversos
dominios en que ha sido parcelada la esfera.)
Atiza en el hogar las encendidas ramas
o da muerte en los páramos a un perro del infierno.
Ese alto caballero no sabe que es eterno.
Resuelve naderías y repite epigramas.
Nos llega desde un Londres de gas y de neblina
un Londres que se sabe capital de un imperio
que le interesa poco, de un Londres de misterio
tranquilo, que no quiere sentir que ya declina.
No nos maravillemos. Después de la agonía,
el hado o el azar (que son la misma cosa)
depara a cada cual esa suerte curiosa
de ser ecos o formas que mueren cada día.
Que mueren hasta un día final en que el olvido,
que es la meta común, nos olvide del todo.
Antes que nos alcance juguemos con el lodo
de ser durante un tiempo, de ser y de haber sido.
Pensar de tarde en tarde en Sherlock Holmes es una
de las buenas costumbres que nos quedan. La muerte
y la siesta son otras. También es nuestra suerte
convalecer en un jardín o mirar la luna.
La foto de la capitular está tomada de Famous People.
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viernes, 20 de noviembre de 2009
Baraja Sherlock Holmes (2)
Capitular montada sobre la foto de un podenco ibicenco de la Wikipedia
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lunes, 16 de noviembre de 2009
Otros Mundos XLI
Otra duda ¿Nova Atlanta tendrá algo que ver con la utopía de Bacon?
Los petridermos presentan otro aspecto digno de atención y es que se parecen a la Cosa (la Mole para los parroquianos sudamericanos) de los 4 Fantásticos. Abren una tradición que se continuará en las ulteriores colecciones monstruosas, como vemos en el número 67 de Monstruos diabólicos (La Mole) o en el 181 de Monstruos (Granito Man).
81. Petridermos de Cresión.
Rudos y bárbaros, no saben viajar, pero pagan con sus enormes recursos minerales a los rannitas para que los lleven con sus astronaves a robar y saquear en otros planetas por pura diversión y afición a la aventura.
Rudos y bárbaros, no saben viajar, pero pagan con sus enormes recursos minerales a los rannitas para que los lleven con sus astronaves a robar y saquear en otros planetas por pura diversión y afición a la aventura.
87. Lanudo de Nova Atlanta.
Tímidos y frugívoros, se ocultan en sus bosques (semejantes a jardines). Sus hembras son secuestradas frecuentemente por otras razas, a causa de su mansedumbre, esmero y laboriosidad. Fijaos en sus pupilas cuadradas.
80. Híbrido acorazado.
Es el único caso de hibridación entre seres de países alejados entre sí y demuestran una antiquísima ascendencia común: son hijos de los petridermos de Cresión y de hembras lanosas de Nova Atlanta, raptadas por aquellos en una razzia.
Tímidos y frugívoros, se ocultan en sus bosques (semejantes a jardines). Sus hembras son secuestradas frecuentemente por otras razas, a causa de su mansedumbre, esmero y laboriosidad. Fijaos en sus pupilas cuadradas.
80. Híbrido acorazado.
Es el único caso de hibridación entre seres de países alejados entre sí y demuestran una antiquísima ascendencia común: son hijos de los petridermos de Cresión y de hembras lanosas de Nova Atlanta, raptadas por aquellos en una razzia.
Jan hizo también un homenaje a The Thing con su genial personaje Bruto, al que vemos aquí en una viñeta del álbum El Supergrupo. Valentín nos ha cedido amablemente la imagen. El cromo de Supermonstruos, como de costumbre, procede de la galería de Rafa Toro, Granito Man de Adlo y la calcomanía de la Cosa dibujada por López Espí la hemos tomado del blog de Urko. La capitular está montada sobre uno de los sellos conmemorativos Marvel de 2007.
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Otros mundos
lunes, 9 de noviembre de 2009
Otros mundos XL
Fíjense en que volvemos a hablar del planeta hueco Beta-Septentinius, donde vimos que una raza que vive en su interior manda robots a la superficie a cazar: «glípteros» los llaman en su entrada, pero en la de los robots comenten la incoherencia de llamarlos «megápteros» (nada que ver con los Negápteros pabellonados de Nova Atlanta) aquí, de nuevo los llaman «glípteros», por lo que suponemos que es éste el nombre correcto. Les llamo la atención también sobre el Búbido, cuyo cuerpo unimos a la cabeza de un caballero negro en un colage en otro post.
77. Búbido de Neumón III.
Cerebro pequeño con muchísimas cincunvoluciones; aprenden pocas cosas, pero a fondo. Sin nervios, desconocedores del vértigo y del miedo, son los mejores para pilotos, policías espaciales, bomberos, equipos de salvamiento, etc.
78. Cuadrúpedo bimano de Barutcha Mayor.
Para soportar la terrible atracción del planeta donde un hombre pesaría 2 ó 3 Tm., necesita cuatro patas y posición vertical. Fijáos en la manera de aligerar peso du esponjoso cerebro.
79. Octópodo anélido.
Inteligentes y maliciosos, utilizan su fuerte pico para excavar, cazar, pescar, romper cáscaras, arrancar raíces... y para pelear. Arrebata cuevas a otros animales y las agranda convirtiéndolas en cómodas y sanas viviendas.
83. Terrífico negro.
Habitante del interior de Beta-Septentinus, es el único que sale al exterior para procurarse su propia caza, sin temor a las fieras que lo habitan, A menudo tiene que defenderse de los robots cazadores de sus vecinos glípteros.
Capitular montada sobre una imagen tomada de Ocean Explorer.
Inteligentes y maliciosos, utilizan su fuerte pico para excavar, cazar, pescar, romper cáscaras, arrancar raíces... y para pelear. Arrebata cuevas a otros animales y las agranda convirtiéndolas en cómodas y sanas viviendas.
83. Terrífico negro.
Habitante del interior de Beta-Septentinus, es el único que sale al exterior para procurarse su propia caza, sin temor a las fieras que lo habitan, A menudo tiene que defenderse de los robots cazadores de sus vecinos glípteros.
Capitular montada sobre una imagen tomada de Ocean Explorer.
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